Giovanni Verga (Catania, Italia: 1840 – 1922), fue considerado el mayor exponente de la corriente literaria verista.
Como en muchos tramos de mis largos cuarenta años en el teatro, fue la admiración por Luchino Visconti la que me llevó al encuentro con Giovanni Verga y su tremendista drama rural llamado “La loba”.
Luchino recordaba haber visto a Verga en su casa un año antes de morir, en 1921. Lo describía como “un árbol viejo”, un hombre de “bigotes cándidos”. Verga habría de representar para Luchino un paso adelante en su descubrimiento del cine; una toma de conciencia, un punto de referencia para su trabajo futuro. Verga significaba, además, una guía hacia el realismo y la comprensión todavía confusa del mundo popular italiano.
“Un día -explicó ya anciano Visconti-, siguiendo al azar las calles de Catania y recorriendo la planicie de Caltagirone en una mañana de siroco, me enamoré de Verga... El mundo primitivo y gigantesco de los pescadores de Aci Trezza y de los pastores de Marineo siempre me pareció inflamado de un encendido y violento tono de epopeya”.
Esa influencia lo llevó al tremendo testimonio que fue (y sigue siendo) “La tierra tiembla”, de 1947, una adaptación libre de “Los Malavoglia”, de Verga, que fue junto con “Obsesión” los dos filmes que inauguraron el tan mentado “cine neorrealista italiano” de postguerra.
“La loba”, escrita por Verga en 1880, no llegó a escena de manos de Visconti sino de su discípulo Franco Zeffirelli, quien la montó en 1965, en el Teatro della Pérgola, de Florencia, con una ya declinante Ana Magnani como protagonista.
En mi puesta en escena de 1969 no me privé de utilizar la música de Pietro Mascagni para su obra maestra: “Cavallería rusticana”, también inspirada en un relato de Verga.
El espectáculo fue catalogado de “vetusto” por algunos críticos. Para mí fue como si, con una distancia no sólo geográfica sino de alrededor de 25 años, me pudiese sentir partícipe de ese movimiento artístico, social y político que significaron tanto Visconti como Rosellini; Antonioni, de Sica o Luiggi Zampa. ¡Qué importantes son ciertas influencias para marcarnos el derrotero a los realizadores jóvenes...!!!
A continuación: Siete fotografías de mi puesta de “La loba”, en 1969.
Para los que nos iniciábamos en la vida de teatro a mediados de los años cincuenta, en medio de la vorágine contestataria del movimiento independiente, el compromiso fue claro de entrada: DESPLAZAR A LOS MANEJOS COMERCIALES DE LA RESPONSABILIDAD DE FORMAR NUESTRA CULTURA. Este Blog está destinado a narrar cómo llevé adelante mi compromiso con el teatro y también con la vida.
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