miércoles, 24 de agosto de 2011

EL "SEMANARIO TEATRAL DEL AIRE" Y SU POLEMICO CREADOR: EMILIO A. STEVANOVICH


Los sábados por la tarde eran sagrados para la gente de teatro. Desde los estudios de LS1-Radio Municipal, que estaban en un sótano del Colón, por la calle Viamonte, salía al aire el “Semanario Teatral del Aire”, creado por Emilio A. Stevanovich, musicólogo, traductor internacional y cascarrabias crítico de teatro.
Los días de lluvia intensa, como el sótano se inundaba, había que llegar a la sala de transmisión haciendo equilibrio en una rampa de tablones. Luis Ordaz, Edmundo Eichelbaum y Laura Palmucci acompañaban a Emilio en la conducción del programa. No había distingos en la convocatoria a charlas y reportajes entre las figuras consagradas de la escena comercial y los que empezábamos a batallar desde los tablados independientes.
Fueron muchas (no recuerdo cuantas), las veces que Emilio me llamó a participar en el Semanario, para hablar de mis trabajos como actor (en la foto superior estoy interpretando al celebrado Bergetto de “Lástima que sea una perdida”, en el año 1962, junto a varios de mis compañeros de elenco) y también las que me permitió debatir sus propias críticas o la de alguno de sus colegas, respecto de mis trabajos de dirección.
Cuando en 1971 puse en escena “Un Fénix demasiado frecuente”, de Christopher Fry en la sala Theatrón, él y “Mondi” Eichelbaum habían asistido en distintos días a juzgar el espectáculo y sus comentarios (uno radial y otro en “Talía”), habían sido absolutamente discrepantes. Para Emilio, mi realización había sido acertada y para Eichelbaum, en cambio, la culpa de que los actores no hubieran estado a la altura del compromiso era totalmente mía.
Cuando unas semanas después tuve oportunidad de refutar ante el micrófono, de cara frente a los dos, dije que los críticos, antes de juzgar el trabajo del director, deberían asistir por lo menos a unos cuantos ensayos, ya que es allí donde se puede apreciar con certeza qué es lo que un director pide y que lo que los actores terminan dando.
Alfredo Alcón, que estaba sentado en un rincón del estudio, se puso al instante de pie y comenzó a aplaudirme, mientras Emilio daba rápidas indicaciones al control para que una ráfaga musical diese pie a la Palmucci para abrir la sección “Siete días en Buenos Aires”.
Al día siguiente, bien temprano, Emilio me llamó a la oficina donde yo trabajaba de empleado público y en un tono bastante contrariado me espetó: “Ariel: nunca más se te ocurra decirme ese tipo de cosas en el aire...”.
En el aire no, pero en la intimidad humeante de un comedor casi escondido, en los fondos de uno de esos restaurantes que estaban por la zona de Montevideo y Corrientes, al compás de una tallarinada con tuco y pesto, y mientras Abelardo Castillo garabateaba poemas en los manteles de papel, yo pude hablar muchas veces con Emilio de montones de cosas que sellaron una amistad a toda prueba hasta su muerte.
Unos cuantos años después, cuando formé el Teatro de la Universidad de Buenos Aires, tuvo la gentileza de invitarme junto con el grupo estudiantil a participar, junto a grandes nombres de la escena nacional, en varias de las jornadas del Día Mundial del Teatro, que anualmente se celebra en el Cervantes.

2 comentarios:

  1. Qué buena crónica, Ariel. Qué bueno que siga siendo cierto que las palabras bien escritas tienen un poder evocador que deja a la altura de un poroto todas las nuevas formas de comunicación, que o bien restringen el espacio a 140 caracteres, o te enjaretan imágenes que atrapan la mente, y frenan su vuelo imaginativo y evocador. Lo conocí al Cascarrabias Stevanovich... es más: pagué los aranceles de su curso de intérprete (dos años!!!... en la calle Laprida...), que una de sus rabietas no me permitió aprobar. Pero no dejo de reconocer su habilidad, su inteligencia "idiomática" su memoria. Gracias Ariel por evocar todo aquello. Otra época.... ojalá pudiéramos retroceder en el tiempo y huir del presente que nos toca. Si Ariel u otro lector me quiere mandar comentarios: pbaques@gmail.com.

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  2. Fui alumno de Emilio Stevanovich en el curso de interpretación simultánea de la Alianza Francesa. Y aunque lo aprobé, y formé parte del equipo como principiante, en unas de sus rabietas no me dejó trabajar en uno de los congresos más importantes que hubo en Buenos Aires en aquella época. Luego también lo veía en Radio Municipal cuando me recibí de locutor y trabajé en la emisora. Laura Palmucci fue una de mis compañeras de micrófonos en la tarde de lunes a viernes de mediados a finales de los años 70. Era un tipo extremadamente brillantes, capaz de interpretar a conferencistas internacionales de ida y vuelta, al inglés, francés, alemán, italiano, y ruso -los idiomas que me acuerdo- que manejaba mejor que el propio expositor y resumía con sobrada maestría. Lo mismo en sus entrevistas a figuras internacionales en el Semanario Teatral del Aire, y en los intermedios de Operas y Conciertos del Teatro Colón. Pero no dejaba de ser un cascarrabias. Un día que fui a clase con borceguíes en pleno invierno me dijo que si soplaba el viento, con esos zapatos no me iba a volar... Pero un hombre admirable. En alguna oportunidad lo visité en su departamento de la calle Ugarteche y Las Heras, donde un día alguien lo encontró muerto. Una gran pena. Rafael R. Shabetai, Traductor Público Nacional, Interprete de Francés, Inglés, Italiano y Portugués. Nueva Orleans, Louisiana, Estados Unidos.

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