martes, 30 de agosto de 2011

“EL DOCTOR Y LOS DEMONIOS”: CUANDO EL CINE SE VUELVE TEATRO...PERO SIGUE PARECIENDO CINE


Herman Mario Cueva era un periodista de la Editorial Atlántida que había traducido varios de los libros de Césare Pavese. En 1967 presenció mi puesta de “Historia de Pablo” (la adaptación que Sergio Velitti hizo de la novela de Pavese “El compañero”, de la que hablo en el capítulo de este Blog del día 22 de agosto, titulado “El encuentro con Yoel Novoa y la triste historia de Pablo”) y según me comentó a lo largo de varias charlas que mantuvimos, había quedado impresionado por la fluidez con que se habían resuelto, mediante complicados juegos de luz y apagones, las múltiples escenas que transcurrían en interiores y exteriores de Roma y Turín.
Un día (en 1969) Cueva se apareció con un pequeño libro editado por la Universidad Veracruzana, de México, en 1960. Era la copia fidedigna de un guión cinematográfico escrito por el genial poeta galés Dylan Thomas. “Trate de ponerlo en escena, Ariel -me dijo Cueva, casi con tono de orden- sólo usted va a poder hacerlo y estoy seguro que le va a salir bien”.
La historia de Dylan Thomas, titulada “El doctor y los demonios”, era descripta en la contratapa del libro con la leyenda que sigue: “Esta dramática historia, escrita en forma de guión cinematográfico, está basada en el caso de los asesinos Burke y Hare, que fueron juzgados en Edimburgo hace más de cien años. El conflicto gira alrededor de la figura de Thomas Rock, un maestro de anatomía y los ladrones de cadáveres que abastecían de cuerpos a los anfiteatros médicos. Es un asunto sórdido al que el autor dá calidad poética, tanto en el diálogo hablado por los diversos personajes como en las descripciones de lugares y atmósferas”.
“El doctor y los demonios” se estrenó a fines de 1969. Fué, para algunos, mi mejor realización escénica pero las críticas, en general, se mostraron hostiles. Se habló de “macabro folletín” y cosas por el estilo, hasta que en el diario que antes se llamaba “El cronista comercial”, la periodista Carmen Rivarola Treviño (ya fallecida), publicó un extenso comentario a varias columnas, cuyo título era todo un alarde de originalidad como calificativo de un espectáculo teatral: “PARECE CINE, PERO ES TEATRO” (Foto superior).

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