viernes, 1 de febrero de 2013

UNA TRAYECTORIA DE TEATRO EN SETENTA IMÁGENES

Uno querría atrapar los recuerdos; traerlos al presente como si fueran parte de él... pero es imposible. Casi nada del pasado es recuperable. Las mismas fotografías se sienten como ajenas. Soy yo el de esa primera imagen, sentado en el piso, de espaldas, en una escena de “Té y simpatía”, de Robert Anderson, de 1957...?. Vive aún Ana María Bálzola que está de pie, frente a mí, y de la que nunca más supe nada...?.
En el teatro uno conoce a tanta gente... Se comparten camarines, miedos, aplausos, sinsabores... y cuando la temporada termina tal vez nunca se vuelva a encontrar a esa gente en el camino, ni siquiera por la calle, en un cine, en otro teatro...
Empecé en 1956, dirigiendo dos obras en un acto: “Diplomacia conyugal”, de César Iglesias Paz y “Los dos derechos”, de Gregorio de Laferrère. En 1959, como director y protagonista de “La casa sobre el agua”, de Ugo Betti, el diario La Nación me dedicaba una entusiasta crítica en una larga columna, junto a la nota necrológica del gran Gerard Philippe.
A partir de allí, no paré un sólo día de trabajar en el teatro, como actor, escenógrafo y fundamentalmente director de escena. Tuve oportunidad de dirigir obras que marcaron un punto de referencia obligado durante sucesivos años, hasta que les llegó el inevitable olvido. Me refiero a “El viaje”, de Georges Schehadé (de la que se dijo que mi puesta en escena era “un hecho milagroso en el teatro de nuestro tiempo”), “Historia de Pablo”, de Sergio Velitti, inspirada en la comprometida novela “Il compagno”, de Césare Pavese; “La Arialda”, de Giovanni Testori, casi enseguida de su estreno en Milán en manos de Luchino Visconti; “Magia roja”, de Michel de Ghelderode; “El profanador”, de Thierry Maulnier o “Un Fénix demasiado frecuente”, de Christopher Fry, para citar sólo algunos títulos de una larga, larguísima lista.
Entre las imágenes que intenta rescatar este pequeño video de diez minutos están los años en Nuevo Teatro, junto a Alejandra Boero, Héctor Alterio, Pedro Asquini y tantos otros, con los que construimos el nuevo Apolo, en Corrientes y Montevideo y representamos más de 300 veces “Sopa de pollo”, de Arnold Wesker.
El video no tiene referencias y seguramente nadie que se decida a verlo va a descubrir de qué obras se trata. No importa. Es mi secreto homenaje a un pasado en el que hubo mucho trabajo, mucha pasión, mucha desesperada búsqueda de esa esquiva Verdad en el arte de plasmar sobre un tablado los textos que uno considera capaces de mejorar la condición humana o, por lo menos, hacerla menos mediocre.
Helo aquí, a continuación: La trayectoria de un hombre de teatro llamado Ariel Quiroga, que parte de los últimos años de la década del cincuenta del Siglo XX y concluye ya entrada la década del setenta.
Concluye...?. ¡NI POR ASOMO...!
A mediados de 1974 empezó “la otra historia” de mi ajetreada vida teatral: la del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, que se prolongaría hasta fines de 1983. Pero esa historia está contada extensamente en otro Blog, ubicado en el sitio www.arielquirogatuba.blogspot.com



domingo, 27 de enero de 2013

OTRA CRÍTICA DE “LA ARIALDA”, QUE REVELA LA IMPORTANCIA QUE TUVO ESTE ESPECTÁCULO EN EL PANORAMA DEL TEATRO DE BUENOS AIRES, DE FINES DE LA DÉCADA DEL SESENTA DEL SIGLO XX

Ya he comentado en este Blog que la mayoría de las críticas sobre mis espectáculos, publicadas en diarios y revistas, fueron a parar a la basura con el correr del tiempo, no sólo porque el papel se termina humedeciendo y poniendo de color amarillo, sino porque la escacés de espacio en esos medios impedía que los cronistas pudieran ahondar en conceptos analíticos de rigor, tanto para elogiar (en algunos casos exageradamente) como para desparramar diatribas que antes que irritarme, llegaron a causarme mucha risa, como aquel comentario de Víctor Max Wullich en un semanario de actualidad, que tratando de molestarme, tituló mi puesta de “La loba”, de Giovanni Verga: “MONOMANÍA MELODRAMÁTICA”.
¡Cuánto placer me causó ser tratado del mismo modo que los obtusos críticos italianos trataban a Luchino Visconti...! ¡Y para colmo por una obra de uno de los autores favoritos del gran Luchino, cuyos relatos sobre “Los Malavoglia” le inspiraron unos de sus filmes más notables, piedra fundamental del movimiento neorrealista, como fue “La terra trema”, de 1948...!
Justo detrás de este capítulo está el del 26 de noviembre de 2012, en el que logré insertar la antiquísima grabación de un programa de Radio Excelsior, en el que el otrora temible Arturo Romay comenta su impresión sobre “La Arialda”, de Giovanni Testori, que se conoció en Buenos Aires (tercera capital del mundo en darla a conocer, luego de su estreno en Milán, a cargo de Luchino Visconti), en una puesta en escena que pudo haberme “consagrado” (si yo no hubiese sido tan reacio a las “consagraciones”), como el director teatral (¡Ufff!, cuesta decirlo...), más importante de la Argentina.
En la radio los críticos tenían más tiempo y espacio para analizar a fondo lo que habían visto en los escenarios. Así como definí al comentario de Arturo Romay como “UN PROFUNDO TRATADO SOBRE LA ESENCIA DEL TEATRO ITALIANO”, la crítica (también para “La Arialda”), que rebuscando entre viejos cassetes de audio encontré no hace mucho, a cargo de Juan Arias Ballofet, por LRA-Radio Nacional, revela la particular incidencia de esta obra y su montaje escénico en el contexto de una época del teatro, influenciada por el llamado “teatro del absurdo” y por ciertas urticantes experiencias en el Instituto Di Tella, en la que el texto había pasado prácticamente a segundo (o ultísimo) plano y en la que preponderaba el griterío, la acción desenfrenadamente agresiva y el pandemonium.
Como en el anterior comentario de Romay, el sonido de la audición a cargo de Arias Ballofet es turbio, por momentos inaudible... pero merece ser rescatado del “eterno silencio” en el que se hallaba sumergido (y a punto de desaparecer defintivamente), desde hacen exactamente ¡CUARENTA Y CINCO AÑOS...!.
La foto que acompaña al audio es de mi puesta de “La Arialda”, de Testori, de 1968. En ella estamos (de izq. a der.), Dora Ferreiro (impresionante Arialda); yo, Ariel Quiroga (haciendo el reemplazo de un actor enfermo: Oscar Ciccone) y Carlos Luzietti (también productor del espectáculo).