En el teatro uno conoce a tanta gente... Se comparten camarines, miedos, aplausos, sinsabores... y cuando la temporada termina tal vez nunca se vuelva a encontrar a esa gente en el camino, ni siquiera por la calle, en un cine, en otro teatro...
Empecé en 1956, dirigiendo dos obras en un acto: “Diplomacia conyugal”, de César Iglesias Paz y “Los dos derechos”, de Gregorio de Laferrère. En 1959, como director y protagonista de “La casa sobre el agua”, de Ugo Betti, el diario La Nación me dedicaba una entusiasta crítica en una larga columna, junto a la nota necrológica del gran Gerard Philippe.
A partir de allí, no paré un sólo día de trabajar en el teatro, como actor, escenógrafo y fundamentalmente director de escena. Tuve oportunidad de dirigir obras que marcaron un punto de referencia obligado durante sucesivos años, hasta que les llegó el inevitable olvido. Me refiero a “El viaje”, de Georges Schehadé (de la que se dijo que mi puesta en escena era “un hecho milagroso en el teatro de nuestro tiempo”), “Historia de Pablo”, de Sergio Velitti, inspirada en la comprometida novela “Il compagno”, de Césare Pavese; “La Arialda”, de Giovanni Testori, casi enseguida de su estreno en Milán en manos de Luchino Visconti; “Magia roja”, de Michel de Ghelderode; “El profanador”, de Thierry Maulnier o “Un Fénix demasiado frecuente”, de Christopher Fry, para citar sólo algunos títulos de una larga, larguísima lista.
Entre las imágenes que intenta rescatar este pequeño video de diez minutos están los años en Nuevo Teatro, junto a Alejandra Boero, Héctor Alterio, Pedro Asquini y tantos otros, con los que construimos el nuevo Apolo, en Corrientes y Montevideo y representamos más de 300 veces “Sopa de pollo”, de Arnold Wesker.
El video no tiene referencias y seguramente nadie que se decida a verlo va a descubrir de qué obras se trata. No importa. Es mi secreto homenaje a un pasado en el que hubo mucho trabajo, mucha pasión, mucha desesperada búsqueda de esa esquiva Verdad en el arte de plasmar sobre un tablado los textos que uno considera capaces de mejorar la condición humana o, por lo menos, hacerla menos mediocre.
Helo aquí, a continuación: La trayectoria de un hombre de teatro llamado Ariel Quiroga, que parte de los últimos años de la década del cincuenta del Siglo XX y concluye ya entrada la década del setenta.
Concluye...?. ¡NI POR ASOMO...!
A mediados de 1974 empezó “la otra historia” de mi ajetreada vida teatral: la del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, que se prolongaría hasta fines de 1983. Pero esa historia está contada extensamente en otro Blog, ubicado en el sitio www.arielquirogatuba.blogspot.com
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